PRIMERA EXTINCIÓN: PERÍODO ORDOVÍCICO-SILÚRICO (Hace 444 millones de años): En realidad, se trata de una extinción en dos fases, o de dos extinciones que, contadas juntas, constituyen la segunda mayor que la Tierra jamás haya sufrido. Desaparecieron aproximadamente el 85% de las especies existentes, unas 100 familias biológicas, todas ellas especies marinas simples, en su mayoría invertebrados, pues la vida aún no había conquistado la tierra firme. Se cree que su causa fue una glaciación, que provocó primero un descenso del nivel del mar y de sus recursos alimenticios, en la primera extinción o fase, y luego, en la segunda, al producirse del deshielo, el nivel del mar volvió a subir de nuevo demasiado rápido.
SEGUNDA EXTINCIÓN: PERÍODO DEVÓNICO AL CARBONÍFERO (Hace 360 millones de años): También se divide en dos fases o eventos que marcan esta extinción, uno es el evento Kellwasser, y otro el evento Hagenberg. Se desconocen con precisión las causas de estos eventos, que se atribuyen a cambios climáticos o a los efectos de la deriva de unos supercontinentes, Godwana y Eurámerica, que ya comenzaban a separarse. También se tienen en cuenta como causas el vulcanismo, o el impacto de un meteorito. Desaparecieron al menos el 83% de las especies existentes, de nuevo, todas ellas marinas. Afectó muy especialmente a las especies tropicales, y a los corales.
TERCERA EXTINCIÓN: PERÍODO PÉRMICO-TRIÁSICO (Hace 251 millones de años): Es conocida como la Gran Mortandad, la Madre de todas las Extinciones. Se desconocen también con exactitud sus causas, se barajan el vulcanismo masivo o el impacto de un asteroide; de hecho, en 2006 se halló en la Antártida un cráter que, por su tamaño y su datación, podría concordar con este período. Sin embargo, el evento fue de tal magnitud que se considera que no tuvo una sola causa, sino que pudo ser la confluencia de varias lo que llevó a la muerte y desaparición de nada menos que el 95% de las especies que entonces existían, siendo las terrestres afectadas por primera vez. La Tierra tardaría millones de años en recuperarse de este duro golpe, y volver a lucir su diversidad de vida.
CUARTA EXTINCIÓN: PERÍODO TRIÁSICO-JURÁSICO (Hace 210 millones de años): Su causa probablemente fue volcánica, aunque también se especula con cambios climáticos y del nivel del mar. Desaparecieron los grandes anfibios y el 20% de las especies marinas, así como la mayoría de arcosaurios no dinosaurios. Estos últimos fueron los grandes supervivientes de la extinción, y asumirían durante millones de años el papel de especie dominante del planeta.
QUINTA EXTINCIÓN: PERÍODO CRETÁCICO (Hace 65 millones de años): Como decía al principio, esta quizá es la extinción más popular y conocida, que exterminó a los fascinantes dinosaurios (seres que a todos nos encantan) y con ellos, al 75% de las especies del planeta. ¿Su causa más probable? Desde que se hallaron los primeros fósiles de dinosaurios se ha estado investigando el tema, y se han propuesto numerosas hipótesis, no muy diferentes de las que ya hemos visto (cambios climáticos, deriva continental, vulcanismo...) pero a día de hoy, la más comúnmente aceptada por la comunidad científica es el impacto de un asteroide, que provocó consecuencias devastadoras, y cuyo cráter, por datación y tamaño, podría ser el de Chicxulub, en la península de Yucatán, en México.
Así pues, como vemos, la historia de la vida natural en la Tierra es azarosa, y llena de dificultades, destrucción, muerte y renacimiento. A mi personalmente, me fascina, y me hace pensar en lo mucho que debemos respetar y cuidar nuestro planeta. Es posible que un día conozcamos otros, e incluso vivamos en ellos, pero la Tierra siempre será nuestro lugar de origen, nuestro hogar. Estos eventos trágicos nos hablan de como la naturaleza tiene sus eternos ciclos de creación y destrucción. Muy curioso por cierto como, desde un punto de vista metafísico o mítico, estas cinco extinciones coinciden con la leyenda de los indios Hopi de que el mundo ha sido destruido y vuelto a crear al menos cinco veces. Pero por terrible o cruel que parezca, las extinciones permitieron a su modo que la vida en nuestro planeta pudiera seguir avanzando y evolucionando. Debemos estar agradecidos a ese proverbial meteorito que, aunque lamentablemente destruyó a los poderosos dinosaurios, permitió prosperar a los mamíferos, entre ellos, a los simios y primates, y después, a nosotros. Y así con todas las anteriores extinciones, que fueron modelando la vida en la Tierra tal y como la conocemos hoy. Nuestro planeta es único y especial, nos creemos su centro y alma por ser ahora la especie dominante en él. Pero lo cierto es que, si sabemos lo fácilmente que un solo cambio en la estructura puede destruirnos, debemos sentir un gran respeto y admiración por nuestra humilde Tierra, y su increíble capacidad para sobreponerse, para regenerarse tras estos desastres. No son pocos los científicos que defienden que ahora mismo estamos viviendo una sexta extinción masiva, y en esta ocasión, no causada por fenómenos naturales, sino por la acción del hombre. Deforestación, contaminación, energías sucias, consumo y producción masivas, caza y pesca ilegales... todo ello empeora las consecuencias de los ciclos normales de cambios climáticos de la Tierra, destruye hábitats naturales, y causa cada año la desaparición de decenas de especies. Ya va siendo hora de que aprendamos que la vida es algo especial y único, algo frágil y precioso, que puede ser borrado de un solo plumazo, y a la vez, algo increiblemente persistente y fuerte, capaz de resistir hasta los más duros golpes y embates. Y merece todo nuestro respeto y admiración por ello, porque la vida, amigos míos... (y de nuevo no puedo evitar, perdonadme, el citar una magnífica frase de una de mis pelis preferidas, Jurassic Park) la vida siempre se abre camino.
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